05.05.2008
Lo esencial o irreductible de lo religioso es la vinculación del ser
humano con lo sagrado, considerando que lo sagrado puede ser absolutamente
cualquier cosa: para unos se trata de una entidad inasible, para otros reside
en una determinada figura de madera, y a otros les parece que se manifiesta,
por ejemplo, cuando cierto artista pop canta sobre el escenario.
A lo esencial religioso le van saliendo una serie de adyacencias cada
vez más humanas, pero que no pueden ignorarse en una concepción realista y
amplia de la religión: los rituales, los objetos del culto, la ética, los
templos, los diezmos o similares, el poder temporal, etc., etc.
Lo pararreligioso, por su parte, sigue el camino contrario:
proviene de lo humano y se apropia del prestigio que pueda tener lo religioso
para fines, sobre todo, comerciales. Pienso en todos los panfletos que se
reparten por las calles de Río de Janeiro prometiendo riqueza y amor, o
vendiendo el conocimiento del futuro como un producto cualquiera, amparándose
siempre en el prestigio que las religiones africanas tienen al menos en este
ámbito de lo mágico. Pienso también en un libro y un DVD que nacieron con
vocación de fenómeno editorial, a pesar de su título, tan burdo como
efectivo: El Secreto.
Pues bien: cierto día D, a cierta hora H, este producto norteamericano
desembarcó masivamente en Brasil con el título ya traducido al portugués, O
Segredo, acompañado de una poderosa campaña de marketing. Mucha gente se
creyó que efectivamente este libro venía a revelar el secreto más antiguo y más
valioso de la humanidad por razones puramente filantrópicas. Basta ver algunos
minutos del DVD para confirmar que se trata de un trabajo deshonesto: una serie
de personajes supuestamente reales, supuestamente entrevistados como parte de
un documental, van apareciendo en la pantalla exponiendo los argumentos que
demuestran la existencia del Secreto. Sólo que todos los personajes le están
poniendo distintas caras y distintas voces a un mismo discurso escrito
evidentemente por una sola persona, un discurso bastante coherente, con sus
comas, sus puntos y sus párrafos, que los actores se alternan para leer.
En
definitiva, el secreto para tener éxito en la vida (porque, al final, O
Segredo es un libro de autoayuda) es el poder del pensamiento,
el desear algo con verdadera fuerza. Y este Secreto resulta
tan convincente porque en realidad no tiene nada de novedoso, sino que todo el
mundo ya lo sospechaba, desde siempre, desde los orígenes de la especie humana:
Cuando
Tylor propuso a fines del siglo XIX que la forma más antigua de religiosidad
era el animismo, no tardaron mucho en aparecer críticos que defendieron una
forma previa de religión aún más básica: el pensamiento mágico, que Freud
denominaría más tarde, en Tótem y tabú, "omnipotencia
de las ideas", atribuyéndola a las sociedades primitivas y al pensamiento
infantil. Todos los niños tienen la sensación, o el deseo, de que pueden lograr
cualquier cosa por la fuerza de su pensamiento. Esta idea puede conservarse
durante toda la vida, transformarse en oración (el éxito ya no depende sólo de
mí), o desaparecer por completo en la que Freud denomina "fase
científica" de la personalidad o de las sociedades. Pero el origen es el
pensamiento mágico. Todos los niños conocen el Secreto. Todos los adultos
recuerdan el Secreto.
Como el fracaso siempre puede achacarse a no haber deseado
con suficiente fuerza o convicción, el pensamiento mágico, el Secreto,
entra dentro de lo no verificable, de lo no falsable. De todas formas, no deja
de ser significativo que, en Estados Unidos, se haya diseñado en nuestros días
un producto con pretensiones de superventas global cuya tesis nuclear es la
efectividad de la magia, que es la forma de religiosidad más desnuda,y tal vez
más antigua, de la que se tiene noticia.
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