10.11.2008
Frances O´Gorman, una
socióloga canadiense naturalizada brasileña, publicó este libro en 1977 en la
editorial Francisco Alves, de Río de Janeiro. Al parecer nunca se reeditó, y
para conseguirlo hay que acudir a librerías de viejo o a bibliotecas.
La principal curiosidad del
libro es que está escrito en inglés, pues se dirige fundamentalmente, según se
lee en el prólogo, a los extranjeros recién llegados a Brasil, a los que
pretende dar unas primeras nociones sobre los cultos afrobrasileños: el candomblé,
los encantados, la macumba, la umbanda.
Otra curiosidad es que lleva
unas palabras preliminares firmadas por el religioso norteamericano Edmund
Leising, fundador de la influyente FASE, una ONG de iniciativa católica pero de
ambición ecuménica, muy vinculada en los años 70 a la Teología de la Liberación,
que no se limitaba a lo asistencial, fomentando el asociacionismo y el
pensamiento crítico, y denunciando los preceptos económicos que llevan a la
desigualdad.
(Sobre la historia de FASE,
ver: http://www.rebrip.org.br/noar/anexos/acervo/10_jean_pierre_leising.pdf
Sobre el presente de la
institución:
http://www.fase.org.br/_fase/)
La propia autora pertenecía a
FASE, y Leising explica en su prólogo que Aluanda materializa las más hondas
aspiraciones de la ONG: al prestar atención a las religiones afrobrasileñas, al
considerarlas dignas de estudio, se está yendo contra la corriente de desprecio
hacia estos cultos, reforzando la autoestima y desterrando la vergüenza de
pertenecer a una determinada religión.
Se trata, sin duda, de una
ideología muy avanzada que se sitúa en las antípodas de los movimientos
católicos y protestantes preocupados únicamente en ganar adeptos.
El punto de vista de Frances
O´Gorman es el de una católica extranjera, que no pretende alterar sus
principios, su identidad más honda, por el contacto con los otros, pero que se
acerca a la otra cultura con gran respeto. En ocasiones, verdaderamente intrigada.
Tras algunas pinceladas sobre
las religiones afrobrasileñas en la vida cotidiana, y después de una pertinente
introducción histórica, también leve y amena, se alcanza el tercer capítulo,
que es el núcleo del trabajo.
El candomblé, siendo
específicamente brasileño, es la religión que más se aproxima a las raíces
africanas. El sincretismo con los santos católicos, dice la autora, es sólo de
fachada, y tras los nombres y las figuras católicas se veneran las entidades africanas
en toda su pureza. O´Gorman ve en el candomblé un “difuso monoteísmo”, tal vez
con la buena intención de comunicar algo del prestigio del monoteísmo al
denostado candomblé. Reconoce, sin embargo, que Olorum, el primero de los
dioses, creador del cielo y de la tierra (no de los hombres) no tiene ningún
culto en Brasil. Se trata de uno de esos alejadísimos dioses celestes o
uranianos de los que habla Mircea Eliade, que acaban perdiendo todo el contacto
con el pueblo.
Algunos fieles logran
compatibilizar el culto a los orixás y a los santos católicos echando mano del
concepto de reencarnación: una serie de espíritus superiores encarnaron primero
en África, y se les llamó Orixás, y mucho más tarde fueron a reencarnar en
hombres y mujeres de occidente, que fueron elevados a los altares católicos,
con otros nombres.
La esencia del candomblé es la
visita de los orixás a través de los médiums, en ceremonias muy reglamentadas
en las que se baila al son de los tambores sagrados.
Afirma la autora que en las
ceremonias hay mucho de representación y que hay hasta trances fingidos,
particularmente en determinados lugares donde apenas se actúa para los
turistas. Pero que el trance es un fenómeno real, raro e inexplicable, que en
todo caso recuerda al estado hipnótico. Sea lo que sea lo que sucede durante el
trance (que los fieles del candomblé explican mediante la posesión divina), el
organismo no responde de la manera habitual: el cuerpo de un médium puede beber
un litro de aguardiente, pero al final de la ceremonia, cuando el orixá lo
abandone, se quedará completamente sobrio. El cuerpo del médium no se queja de
dolor, ni sangra, al caminar sobre cristales rotos o sobre brasas encendidas.
El orixá incorporado en un ser humano puede, además, sanar a los enfermos.
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